Durante el año de vida que tiene este blog, la mayoría de los escritos son copiados de artículos o columnas que sintetizan o dicen ideas que a mi me gustaría saber expresar. En varias ocasiones he aprovechado la opinión de Javier Ortiz, JOR, porque he creído que representaba mejor mis ideas. Hace unos meses decidí incorporar su blog en mi lista de leídos.Javier se ha ido a Jamaica y nos dice que no escribirá más.
Hoy leyendo su blog, me he dado cuenta de que no estoy solo, que somos muchos más de lo que ellos creen.
Mi último homenaje a JOR, con una columna suya que he rescatado de la hemeroteca digital y que no conocía.
Gracias Javier, nos veremos en Jamaica.
Lo más hermoso de toda la leyenda de Satán, Lucifer, el Diablo, el Maligno, Luzbel o como quiera llamársele, es su origen: fue -según el tradicional relato de la Iglesia católica- un ángel que se alzó en armas contra Dios.
No concibo rebelión más bella: enfrentarse a alguien que, siendo la perfección absoluta -que San Anselmo me asista-, jamás habría podido salir derrotado, y menos todavía perecer.
No hay rebelión más noble que la que nada espera del combate. El Diablo fue el legítimo predecesor de Prometeo, de Espartaco, de los Federados de la Comuna de París, de los amotinados del Potemkin, de todos cuantos en esta vida -o en el más allá, tanto hace al caso- no se han lanzado a la liza por la ambición de lo conseguible, sino por el radical rechazo, por la repugnancia hacia lo existente. En aquella desigual pelea, Dios jugó con ventaja. Nunca me han gustado los ventajistas.
Afirma el papa Karol Wojtyla que el Diablo ha sido derrotado definitivamente. Me parece que se basa en datos contingentes: Rusia se ha convertido, es verdad -aunque lo cierto es que nunca fue realmente atea-, y el comunismo ha fenecido en medio de espasmos agónicos que vienen a confirmar que en efecto era «intrínsecamente perverso», como decía mi libro de Religión.
Pero la Historia da muchas vueltas. Lentas, si se miran con la lupa del propio presente, pero enormes, si se observan con el catalejo de los siglos.
La observación de los constantes meandros de la Humanidad me hace sospechar -entre otras cosas, porque me gusta sospecharlo- que el espíritu del Diablo, el Maligno, Satán, Luzbel o como quiera llamársele, y el de Prometeo, y el de Espartaco, y el de los Federados de la Comuna, y el de los amotinados del Potemkin, y el de todos cuantos en un momento u otro se han rebelado contra el Poder sin la menor esperanza, pero con toda la rabia, en esta vida o en el más allá -que tanto me da, a estos efectos-, no muere ni puede morir jamás, porque ese espíritu de rebeldía está anclado en lo más recóndito del alma humana. Quizá no en el de todas las almas, si almas hay, pero sí en el de algunas, que seguro que las hay.
Se equivoca Juan Pablo II: Satán no ha muerto. Sólo duerme, como Ulises, el de Itaca, fascinado por el canto de algunas sirenas.
Despertará.
Publicado en El Mundo 5/09/1999
Imagen de Kalvellido en Rebelion 29/04/2009






