
Me resultan vomitivas las declaraciones de algunos dirigentes sindicales comentando la personalidad de José María Cuevas.
No quiero negar la importancia que ha tenido en el mundo de las relaciones laborales después de la Transición. Pero de ahí a hacer una lectura en positivo va un abismo. No puedo entenderlo si no es desde la complicidad. Para mi José María Cuevas ha representado en todo momento a la patronal más cerril, retrógrada y cavernícola de toda Europa. Fue un intransigente entre los intransigentes. Los llamados pactos sociales fueron los extremos de unas imposiciones más cercanas al “derecho de pernada” que algo que se pueda entender como resultado de negociaciones. Coautor cuando menos de la pérdida de los derechos sindicales conseguidos en la primera época de la Transición.
Sobre su persona que se puede decir que no se sepa, falangista convicto y confeso, colega de Martín Villa en los Sindicatos Verticales de franquismo, nunca fue empresario aunque si burócrata de algunas empresas, antes de ser el principal dirigente de la Patronal.
Dicen que fue “determinante para la democratización laboral en España”, “que este país se debe a personas como él”. Triste herencia la que nos deja, la de unos dirigentes sindicales que confunden el fin con los medios. Quizá tengan envidia de la huella que deja este prócer de la Patronal no la dejarán ellos en el recuerdo de los trabajadores, más bien al contrario pasarán al negro recuerdo de las relaciones laborales, con unos Sindicatos vacíos de afiliados, de acciones y de ideas. Que funcionan más como empresas de servicios que como entes representativos y reivindicativos. Excesivamente politizados, ¿qué pueden hacer estos sindicalistas mediocres que pasan más tiempo llenando sus fofas panzas dando conferencias con la derecha más recalcitrante que negociando mejoras para los trabajadores?
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