
por Manuel F. Trillo
¿Alguien se imagina al Estado Español alimentando forzosamente a Gandhi? ¿Alguien se imagina al Estado británico metiéndole una sonda nasogástrica al símbolo de la desobediencia civil y del pacifismo? ¿Alguno de los lacayos jurídicos del demofascismo español forzaría la alimentación con sus propias manos de Aminatou Haidar? ¿O, por el contario, animarían a que lo hicieran los médicos mientras ellos corren a sentarse delante de la televisión para ver cómo sus tesis totalitarias triunfan una vez más? ¿Pueden los médicos objetar a cumplir una orden judicial de alimentación forzosa a Haidar, tal como hacen quienes objetan por otros motivos ideológicos? ¿Cumpliría la orden un médico antiabortista? ¿Por qué calla Rouco Varela y Martínez Camino ante el crimen que se está promoviendo a cámara lenta contra la saharaui Haidar? ¿Acaso su cristianismo no les alcanza caridad suficiente porque es una extraña y además musulmana?
¿Alguien se imagina al Estado Español alimentando forzosamente a Gandhi? ¿Alguien se imagina al Estado británico metiéndole una sonda nasogástrica al símbolo de la desobediencia civil y del pacifismo? ¿Alguno de los lacayos jurídicos del demofascismo español forzaría la alimentación con sus propias manos de Aminatou Haidar? ¿O, por el contario, animarían a que lo hicieran los médicos mientras ellos corren a sentarse delante de la televisión para ver cómo sus tesis totalitarias triunfan una vez más? ¿Pueden los médicos objetar a cumplir una orden judicial de alimentación forzosa a Haidar, tal como hacen quienes objetan por otros motivos ideológicos? ¿Cumpliría la orden un médico antiabortista? ¿Por qué calla Rouco Varela y Martínez Camino ante el crimen que se está promoviendo a cámara lenta contra la saharaui Haidar? ¿Acaso su cristianismo no les alcanza caridad suficiente porque es una extraña y además musulmana?
Lo que interesa en este caso es la respuesta que el demofascimso español –de la tiranía marroquí ya se sabe todo, es criminal sin ropajes- da a la situación de alguien que como Haidar decide hacer huelga de hambre. Y aquí es donde encontramos a los sirvientes, a los domésticos del Estado con toga y cátedra incluidas, para salvar la cara de un Estado que pretende inmiscuirse en todos los ámbitos –públicos y privados- de una persona. El mismo derecho que amparaba a Gandhi ampara a Haidar, pero los tiempos han permitido a los Estado esconderse bajo la manta del cinismo enarbolando la bandera de unos Derechos Humanos –“el derecho a la vida”- que son pura bazofia cuando ellos los mencionan. Tienen la boca demasiado sucia –los gobernantes y sus criados jurídicos- pues se olvidan conscientemente de que también hay interdicción absoluta a la práctica de la tortura, así como de cualquier práctica basada en la humillación y la vejación de la persona. La dignidad de las personas es un valor supremo, inalienable, y nadie que mencione su propia dignidad puede ser castigado, ni tan siquiera zaherido por ello. Sabemos que el Estado –todo Estado, no importa si con urnas o sin ellas- es el único violador de los Derechos Humanos, y los viola de modo sistemático por sus gobernantes (sean Aznar o Zapatero, González o Suárez, o el mismísimo valedor de todos ellos: Su Majestad El Rey Juan Carlos I de España, causante directo junto con su tutor legal el dictador Francisco Franco de la tragedia del pueblo saharaui desde 1975). Imaginen por un momento la cara que se le pone a Rubalcaba cuando le mencionan los Derechos Humanos –todos se la hemos visto “cienes y cienes” de veces-, el gesto insulso de Moratinos, o la sonrisa del juez que fue a fiscalizar a Aminatou Haidar (“de qué se ríe”, le espetaron los que estaban allí, y él se vio pillado en su defecación hilarante extendiendo los brazos y mustiando una disculpa estúpida). Eso es lo que produce en el Estado y sus servidores la mención de los Derechos Humanos: risa. Pero Haidar no está para reír, no está para guasas, no está jugando con la vida de los demás, no está de broma.
Porque no está de broma Haidar, todos los botafumeiros de la prensa del Estado –toda la que se vende en los kioskos y las emisoras de radio y televisión- reproducen un cantilena –peroración indecente- echando balones fuera y acusando a la mismísima Haidar –que ningún daño hace a nadie, ni tan siquiera a estos difusores del demofascimo que tanto daño le pretenden causar a ella- de “poner en jaque al Estado”. Exactamente, el espejo de los derechos individuales refleja imágenes insoportables para quienes velan por el poder de la clase dominante desde las poltronas gubernamentales. Cínicamente declaran que todo ser humano es libre, y a renglón seguido matizan esa libertad, la matan de un tajo como verdugos que son, al situar la razón de Estado como centro neurálgico de toda existencia.
En la granja de Orwell el cerdo gobernaba a su antojo, y así es como gobiernan los que detentan el Estado que pretenden calificar como de Derecho. No somos los animales del resto de la granja, y Aminatou Haidar, como antes Gandhi y tantos otros, demuestra que la diferencia entre el animal que gobierna y el ciudadano que ejerce derechos hay una línea finísima que se llama dignidad. El totalitarismo barnizado, como ideología dominante actual, busca una salida, y para ello pone a sus criados –juristas y propagandistas- a rebuznar en los medios de comunicación afines al poder dominante.
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Publicado en Insurgente
Ilustración de Kalvellido
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Ilustración de Kalvellido
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