II Parte
En resumen –aunque de este reformazo seguiremos hablando-, es un retroceso en las relaciones laborales, sencillamente porque ya no existen “relaciones”, los trabajadores y sus representantes han perdido toda capacidad de negociación. Ahora es obedecer o marcharse de la empresa. Considerada en su justa medida la nueva realidad nos retrotrae a los tiempos anteriores a la II República. Cuestiones como el descuelgue unilateral de la empresa; el establecimiento de la discriminación salarial en la misma categoría; el hecho de que ya no se pueda invocar el convenio colectivo como fuente del derecho; el fin de principios que hasta ahora eran intocables: derechos adquiridos, norma más favorable, condición más beneficiosa, han desparecido por arte de birlibirloque. La extrajudicialidad de los conflictos colectivos. La elevación de las ETT a la categoría de Agencias de Colocación. El ERE exprés, indiscutible para el empresario. El periodo de prueba de un año para los contratos indefinidos. Y más.
La clase dominante ya no esconde su triunfo, no guarda ni las formas. Considera que la clase obrera no existe como clase organizada, y después de instaurar el miedo como arma de destrucción de conciencias, se atreven a imponer por vía de Decreto una modificación de las relaciones laborales en que aparecen como lo que son: explotadores de la fuerza de trabajo. Capital y trabajo, esta lucha antitética, se ha resuelto de momento a favor del capital. Los sindicatos oficiales ya no pintan absolutamente nada en el ámbito de las empresas. Fin del sindicalismo oficial, solamente sobrevivirán los sindicatos de clase capaces de enfrentarse al poder del capital.
Artículo de Manuel F.Trillo
Viñeta de Martinena.
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