domingo, 31 de mayo de 2009

Ni ETA ni ET

Una entrevista imaginaria (aunque no del todo)

por Carlo Frabetti



Tras la presentación de la candidatura de II-SP en Donosti, una joven periodista me preguntó si en nuestro manifiesto hablábamos de ETA. “No, y de E.T. tampoco”, le contesté. La chica se quedó un tanto desconcertada y no me preguntó nada más; pero la conversación podría haber continuado así:

-¿Y qué tiene que ver E.T.?

-Lo mismo que ETA: nada.

-¿Cómo que ETA no tiene nada que ver con vuestro manifiesto? ¿No crees que deberíais dejar clara vuestra postura frente a la violencia etarra?

-¿Y por qué no deberíamos dejar clara nuestra postura frente a las invasiones extraterrestres?

-Porque nadie ha dicho que tras II-SP se ocultan los extraterrestres, y sí que han dicho que seguís consignas de ETA.

-Mucha gente ha dicho que el Borbón es un ursicida y un hijo político de Franco, y nadie le pide que condene los crímenes del franquismo ni a los canallas que matan por diversión ejemplares de especies protegidas. Mucha gente ha dicho que Felipe González es el responsable último de la infamia de los GAL, y no le piden al PSOE que condene a González y a sus cómplices. Tampoco le piden al PP que condene la invasión de Iraq, ni las mentiras de Aznar sobre las armas de destrucción masiva...

-Vale, vale... Pero tú, personalmente, ¿condenas a ETA?

-Vamos a sentarnos; puede llevarme un buen rato contestarte.

-¿No puedes contestar sencillamente sí o no?

-¿Puedo hacerte antes una pregunta yo a ti?

-Por supuesto.

-¿Cobras mucho por un revolcón?

-¡¿Cómo te atreves?!

-No entiendo por qué te sonrojas y me levantas la voz. Solo te he hecho una pregunta. ¿No puedes contestar sencillamente sí o no?

-¡Pues claro que no puedo! Si digo que sí, es que cobro mucho, y si digo que no, es que cobro poco. Tu pregunta solo contempla esas dos posibilidades, y por lo tanto es, más que impertinente, ofensiva y machista.

-Efectivamente. Y si en vez de ser una pregunta retórica te la hubiera hecho en serio, sería incluso una forma de acoso. Y por análogas razones, tu pregunta también es una forma de acoso.

-No veo la analogía.

-Vivimos en una sociedad patriarcal y machista, en la que muchos hombres se creen con derecho a abordar a las mujeres y a tratarlas como objetos eróticos, y eso es lo que hace que una pregunta como la mía sea una forma de acoso. ¿Estás de acuerdo?

-Totalmente.

-Pues, además de vivir en un mundo machista, vivimos en un país (por llamarlo de alguna manera) en el que los poderes establecidos y los medios de comunicación se creen con derecho a pedirnos a los disidentes que demos continuas muestras de docilidad (igual que hacen los hombres con las mujeres); y en ese contexto, tu pregunta también es una forma de acoso.

-Pero, en cualquier caso, al preguntarme si cobro mucho tú solo contemplas dos posibilidades, y ambas falsas, puesto que yo no cobro ni poco ni mucho.

-Tú también, al pretender que conteste sí o no a tu pregunta, contemplas dos posibilidades nada más, y ambas falsas. Si digo que no condeno, parece que apoyo a ETA, lo cual no es cierto, y si digo que sí parece que acepto la intolerable exigencia del Gobierno, lo cual tampoco es cierto.

-¿A qué exigencia te refieres?

-A la exigencia de la condena pública, obviamente. El Gobierno no tiene ningún derecho a exigir que una persona o una organización condenen públicamente nada ni a nadie, y menos aún que condenen aquello y solo aquello que a los poderes establecidos les interesa que se condene.

-¿Y por qué piensas que a los poderes establecidos les interesa que se condene a ETA y solo a ETA?

-Para hacernos creer que ETA es el mal absoluto e imponer una visión simplista y maniquea de un problema político sumamente complejo. Para justificar las más brutales medidas represivas y aberraciones jurídicas como la Ley de Partidos. Para intentar convencernos de que “el problema de España es ETA”, como decía Aznar a todas horas, y desviar la atención de asuntos mucho más graves. Para poder criminalizar a quienes denuncian sus mentiras y se niegan a seguirles el juego.

-¿Cómo vosotros?

-Como los cientos de miles de personas que nos van a votar el 7 de junio.

-Debería haber sacado la grabadora. No sé si seré capaz de transcribir fielmente tus palabras.

-Da lo mismo. Tu redactor jefe ya ha escrito el titular de tu artículo: “Iniciativa Internacionalista no condena a ETA”.



Publicado en inSurgente


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sábado, 30 de mayo de 2009

Esa vieja rutina de torturar

Por Noam Chomsky

Los memorandos sobre torturas dados a conocer por la Casa Blanca han generado asombro, indignación y sorpresa. El asombro y la indignación son comprensibles, en particular los desatados por el recientemente publicado Informe del Comité Senatorial de las Fuerzas Armadas sobre Trato a los Detenidos.

En el verano de 2002, como revela el informe, los interrogadores en Guantánamo fueron sometidos a una presión creciente de los niveles superiores en la cadena de mando para establecer un vínculo entre Irak y al Qaeda. La aplicación del "submarino", entre otras formas de tortura, finalmente permitió obtener "la evidencia" de un detenido, que fue usada para ayudar a justificar la invasión a Irak de Bush y Cheney el año siguiente.

Pero, ¿por qué la sorpresa acerca de los memorandos sobre la tortura? Incluso sin que hubiera una investigación, era razonable suponer que Guantánamo era una cámara de torturas. ¿Qué otra razón habría para enviar a prisioneros a un lugar donde pudieran estar más allá del alcance de la ley; un lugar, además, que Washington está usando en violación de un tratado que Cuba se vio obligada a firmar bajo la amenaza de las armas? El razonamiento de que era cuestión de seguridad es difícil de tomar en serio.

Una razón más amplia de por qué debería haber escasa sorpresa es que la tortura ha sido una práctica rutinaria desde los primeros días de la conquista del territorio nacional de los Estados Unidos, y más tarde aún, cuando las incursiones imperiales del "imperio infante" -como George Washington llamó a la nueva república- se extendió a las Filipinas, Haití y otros lugares.

Por desgracia, la tortura fue el menor de los muchos crímenes de agresión, terror, subversión y estrangulación económica que han oscurecido la historia de Estados Unidos, en buena parte como ha sucedido con otras grandes potencias. Las revelaciones actuales de tortura apuntan una vez más al eterno conflicto entre "lo que representamos" y "lo que somos".

Copyright Clarín y The New York Times, 2009.


Imagen de Botero. serie tortura en Abu Ghraib


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viernes, 29 de mayo de 2009

El feto y el yo

por Mikel Arizaleta

José Andrés Etxebarria escribía días pasados en el periódico Deia, "Es un ser vivo, pero no un ser humano", que si Bibiana Aído, la ministra de Igualdad, hubiera visto una ecografía de feto humano de 13 semanas sabría lo que vale un peine y no diría que un feto así "es un ser vivo, pero no un ser humano". No sabemos lo que hubiera dicho el tal José Andrés, y otros como él que pululan en televisiones y radios, si hubieran visto una ecografía de feto de chimpancé de 13 semanas. Posiblemente hubieran podido exclamar lo mismo. Máximo respeto antes las gestantes y los engendros humanos, pero no nos pasemos. Porque también es verdad que en este caso las formas pueden engañar.

El gran científico colombiano Rodolfo Llinás, con mucha investigación y muchos premios a su espalda, conocido mundialmente por sus trabajos sobre la actividad cerebral y la conciencia, sostiene que "los seres humanos no tenemos cerebro, somos nuestro cerebro. Cuando le cortan la cabeza a uno no lo decapitan sino que lo decorporan. Porque es en este prodigioso órgano donde somos, donde se genera nuestra autoconciencia, el yo de cada uno".

Y a la luz de los conocimientos actuales sobre el proceso embrionario autores prestigiosos en este campo, como por ejemplo Francisco J. Ayala, sostienen que estas capacidades cerebrales en el feto se ubican en la 26 ó 27 semana de gestación. Por tanto, antes no se podría hablar de un yo humano o, en frase cristiana, no habría alma.

Lo que subyace en el fondo de esta manera de pensar de Etxebarria y compañía es que se sigue sin asimilar el hecho de la evolución, se sigue anclado en la vieja y caduca teoría religiosa-pseudocientífica del creacionismo.

"Los vertebrados, desde los peces pasando por los lagartos hasta llegar a los humanos, se desarrollan de maneras que son notablemente parecidas durante las primeras etapas, pero se van diferenciando cada vez más a medida que los embriones se acercan a la madurez. Las semejanzas persisten durante más tiempo entre los organismos que están más estrecahamente emparentados (por ejemplo, los humanos y los monos) que entre aquellos que lo están menos (los humanos y los tiburones)", Darwin y el diseño inteligente de Francisco J. Ayala.



Publicado en inSurgente
Imagen de Kalvellido



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martes, 26 de mayo de 2009

Ni dios ni juez ni cerrajero


por Carlo Frabetti



Yo no condeno a Aznar por haber arrastrado al país a una guerra genocida. Lo que quiero es que sea juzgado por su complicidad en la criminal invasión de Iraq (y de hecho ya hay en marcha una campaña en este sentido) y que, tras un juicio justo, se dicte la correspondiente sentencia.

Yo no condeno a Felipe González, y mucho menos al PSOE en su conjunto, por la infamia de los GAL. Lo que quiero es que González y sus cómplices rindan cuentas ante la justicia.

Ni siquiera condeno a Rubalcaba, a pesar de que él me ha condenado a mí, sin juicio previo y sin pruebas, al decir que sigo consignas de ETA. Lo que quiero es que el ministro de Interior sea juzgado por calumnias e injurias, y a tal efecto vamos a presentar la correspondiente demanda.

Y por la misma razón que no condeno a Aznar ni a González ni a Rubalcaba, tampoco condeno a ETA: porque yo no soy juez, y mucho menos Dios. Si un miembro o un comando de ETA cometen un crimen, que sean juzgados de acuerdo con la ley.

Pero hay otras dos razones para que quienes no somos ni jueces ni Dios nos neguemos a condenar públicamente a ETA: primera, porque el Gobierno no puede obligar a nadie a condenar nada, como reconoce el propio Tribunal Constitucional, y oponerse a las exigencias abusivas del poder es, más que un derecho, un deber democrático. Y, segunda, porque con sus insistentes condenas públicas, los poderes establecidos quieren reducir un conflicto sumamente complejo a su expresión más esquemática y maniquea, y, sobre todo, pretenden hacernos creer que “el problema de España es ETA”, como repetía continuamente Aznar cuando era presidente del Gobierno. Y podemos y debemos negarnos a secundar este discurso tergiversador. Porque el problema de España no es ETA. El verdadero problema de los pueblos del Estado español, y de los demás pueblos del mundo, es el capitalismo salvaje. El verdadero problema de los pueblos del Estado español, y de los demás pueblos del mundo, es que hay una minoría depredadora que se enriquece de forma desmedida con el trabajo y el sufrimiento de millones de trabajadores y trabajadoras. Y ese es el problema que II-SP, en la modestísima medida de sus posibilidades, intenta afrontar.

Y esa es la verdadera razón de que se nos criminalice. Interior sabe perfectamente que no seguimos consignas de ETA ni de nadie. Pero también sabe que representamos un auténtico proyecto de izquierdas, es decir, un proyecto realmente anticapitalista. No somos la izquierda sumisa y conciliadora a la que están acostumbrados nuestros gobernantes, y eso es lo que les preocupa.

Y una última razón para no “condenar” nada ni a nadie: además de sus acepciones jurídica y religiosa, el término tiene también un sentido metafórico; condenar una puerta o una ventana significa cerrarlas definitivamente con sellos o cerrojos inviolables, inutilizarlas para el tránsito y la comunicación. Condenar significa también negar toda posibilidad de diálogo, o lo que es lo mismo, sofocar toda esperanza de una paz justa y duradera.



Publicado en inSurgente
Imagen de Kalvellido


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lunes, 25 de mayo de 2009

Dear Sr. Presidente




Querido señor presidente,
venga a caminar conmigo
finjamos que solo somos dos personas
y que usted no es mejor que yo
Me gustaría hacerle algunas preguntas
Si es que podemos hablar honestamente

¿Que siente cuando ve las casas destruidas en la calle?
¿Cómo reza en la noche antes de dormir?
¿Que siente cuando se ve en el espejo?
¿Está orgulloso?

CORO:
¿Cómo duerme mientras el resto de nosotros llora?
¿Cómo puede soñar mientras una madre
no tiene otra opción de decir adiós?
¿Cómo camina con la cabeza tan levantada
Acaso puede solo verme a los ojos
y decirme POR QUE?

Querido señor presidente
¿Fue usted un niño solitario?
¿Es usted un niño solitario?
Cómo puede decir:
"NINGUN NIÑO ESTA SIENDO DEJADO ATRAS"
no somos mudos y no somos ciegos
Ellos están sentados en su miseria
Mientras usted paga el camino al infierno

¿Que clase de padre no querría llevar a su hija
por el camino correcto?
¿Que clase de padre odiaría a su propia hija
Por ser gay?

Yo solo puedo imaginar a la primera dama
que tuvo que decir:

Tu estas de regreso de un largo camino
De whisky y cocaína

CORO

Déjame hablarte de trabajo duro
Construir una cama con cajas de cartón
Déjame hablarte de trabajo duro
Reconstruir tu casa después de que las bombas
se la llevaron
Déjame hablarte de trabajo duro
trabajo duro por tres
Tu no sabes nada de trabajo duro¡¡

¿Cómo puedes dormir en la noche?
¿Cómo puede caminar con la cabeza tan alta?
Señor presidente... usted nunca haría una
caminata conmigo... podría???



Letra de Pink


Imagen de inSurgente

Pulsando el título sale el vídeo de Pink en YouTube


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domingo, 24 de mayo de 2009

La izquierda morcillona


Durante la limpieza étnica cometida por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (institución controlada directamente por la monarquía castellana) contra el pueblo hebreo en 1492, a los sospechosos se les obligaba a comer morcilla sabiendo que para los judíos es un alimento prohibido por estar elaborada con sangre de cerdo. Si no oponían resistencia a la humillante prueba y la ingerían, se les aceptaba como católicos y se les permitía vivir con los mismos derechos y deberes que los demás súbditos de los reinos de Castilla y Aragón.

El ruin método de selección sigue vigente en todo su esplendor quinientos diecisiete años después. Ahora es otro tribunal, el Tribunal Supremo de las Españas, siempre al servicio del Estado, el que priva de derechos a quienes no traguen, bien embutida, la morcilla de la condena de la violencia política... de ETA.

Se puede exprimir el sudor y la sangre de los hombres y mujeres trabajadores y ser demócrata, se puede mirar a otro lado mientras decenas de miles de africanos perecen ahogados en el estrecho de Gibraltar y ser demócrata, se puede matar iraquíes y afganos y ser demócrata, se puede haber sido cómplice de la criminal dictadura franquista y ser demócrata, se puede destrozar a mazazos una herriko taberna y ser demócrata, se puede aplaudir el terrorismo de Estado y ser demócrata, incluso se puede ser el jefe máximo de los GAL y ser el paradigma mismo de la democracia.

Pero las cosas no serían así si no fuera por esa izquierda morcillona, arte y parte del sistema, que admite en su boca lo que quienes deciden el destino de las subvenciones le quieran meter. Salvando las distancias geográficas y temporales, y gracias al dúctil y agradecido estómago de esa gente de extremo centro, hoy el Che Guevara estaría cumpliendo una condena de cuarenta años en cualquier cárcel de máxima seguridad de Castilla o Andalucía.

A diferencia de los tragaldabas, Iniciativa Internacionalista, candidatura legalizada en la rueda de la fortuna judicial, ha dejado claro que rechaza y condena la violencia política "en un Estado democrático". En un Estado democrático, o sea. Si alguien le preguntase, seguro que ETA estaría de acuerdo.


Jesús Prieto en inSurgente
Imagen de Tasio
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sábado, 23 de mayo de 2009

La huelga que hizo sonar al silencio


En ocasiones el silencio alcanza un volumen ensordecedor. Ayer, la huelga general convocada por la mayoría sindical dejó a Euskal Herria, al menos a una parte significativa, en el silencio de la inactividad. Un silencio buscado, imprescindible para hacer sonar alta y clara la reivindicación de un nuevo modelo económico alternativo al capitalismo neoliberal que lleva camino de condenar a esta sociedad a niveles de desigualdad y pobreza sin precedentes cercanos en el tiempo.

Es innegable que la incidencia de la huelga no fue uniforme. Como es habitual en estos casos, las cifras de seguimiento se movieron en una horquilla abismal según las fuentes que las facilitaban. Precisamente esa batalla incruenta pero fundamental de los porcentajes consiguió retratar en alta definición a los actores interesados: por un lado las centrales sindicales convocantes, que se felicitaron por el respaldo de la convocatoria; por otro, la patronal, que habló de normalidad absoluta. Y, finalmente, el Gobierno de Patxi López, que, con todas sus baterías, no dudó en alinearse con el empresariado. Lo había hecho antes al tachar de «política» la huelga en un intento baldío por desactivarla, después al dictar unos servicios mínimos nunca antes conocidos, y lo hizo ayer al despreciar lo evidente: una gran parte de la sociedad vasca optó por parar, por el silencio atronador que tanto López como Sanz trataron de quebrar con ruido de sables. Los cuerpos de seguridad del Estado salieron a la calle en cantidad nunca antes conocida bajo la pretendida misión de garantizar el derecho al trabajo, pero con una consigna diferente y muy clara: impedir mediante la violencia el derecho de información de los piquetes.

Con su gestión de la huelga, López se desnuda: anhela un modelo sindical mayoritario como el que hoy disfrutan UPN y PSN en Nafarroa, un modelo clientelista en el que UGT y CCOO hace tiempo que abandonaron toda estrategia de confrontación y renunciaron a gran parte de sus recursos más valiosos a la hora de defender a la clase trabajadora. Y todo en aras de una falsa paz social que, en estos tiempos de ERE, paro y miseria, es lo más cercano a la obscenidad. Alineándose sin fisuras con la patronal, López ha descubierto sus cartas en la primera mano, pero la partida promete ser larga, tan larga como la crisis.

Pero si algo certificó ayer la jornada de huelga es que, a pesar de las pretensiones de la patronal y los deseos de los gobiernos de Lakua e Iruñea, la sociedad vasca tiene caudal de conciencia más que suficiente para liderar un cambio profundo y en un plazo razonable. El paro fue solamente el primer paso, y debería ser el comienzo de una dinámica de confluencia de fuerzas que lidere el anhelo de cambio de una sociedad hoy más esperanzada que anteayer.


Publicado en Gara.net
Imagen de Kalvellido


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viernes, 15 de mayo de 2009

No se preocupen, la paz social está garantizada III Parte


Y es que el actual modelo de los servicios sociales, pese a su razonada reconversión posmoderna, se configura como una respuesta apolítica en un contexto de inflexión en las formas y contenidos del proceso de neohigienización de y medicalización la vida social. En este contexto, el sistema de los servicios sociales actúa como sistema de contención de las adversidades estructurales del sistema económico y social en el que vivimos, opera a modo de catalizador psicologizante, es decir, ha pasado a psicologizar actitudes, estrategias personales y modos de enfrentar la vida culpabilizando a los sujetos de su propio destino. Lejos de encarar la autonomía liberadora de las personas, el sistema de los servicios sociales, un sistema poco musculado políticamente pero muy eficiente como estrategia de control e individual, ha sucumbido ante las prácticas analgésicas de la posmodernidad más nihilista.

Pero no deja de ser políticamente escandaloso, y menos cierto, que esta situación se complementa con un bajísimo y desvergonzado nivel de gasto publico social. Y, aunque el actual gobierno diga y afirme en sus presupuestos que el 52% del total de los presupuestos generales se destinan a gasto social, España va de mal en peor en protección social. Porque cada año aumenta la diferencia respecto a la media de la UE (15). Únicamente Irlanda destina a este fin menos porcentaje de su Producto Interior Bruto (PIB). Pero aún así, se invierten millones de euros en ayudas a personas dependientes (288), en desempleo (19.292), en pensiones (106.098), en Pensiones Contributivas (93.000) en Pensiones No Contributivas (2000) o en estrategias y programas para prevenir o paliar la pobreza y la exclusión social y en las Rentas Mínimas de Inserción (3000)1 Esta potentísima y descomunal red de contención del descontento social y económico funciona a modo de operativo social travestido, es decir, si bien estos dispositivos deberían de servir, sirven en muchos casos, como dispositivos de protección social, no es menos cierto que generan dependencias perversas del sistema. Porque en muchas ocasiones, éste exige contraprestaciones individuales que, lejos de posibilitar más independencia económica y social ante las adversidades que esos casi 9 millones de personas padecen, frena todo este enorme potencial de frustración, desencanto, precarización, inseguridad, malestar y pobreza. La frenan porque bloquean, porque muchas de estas prestaciones requieren una fidelidad tras la cual se esconde el control y la interdependencia de quien otorga, es decir del Estado.

Así que, el conflicto, el viejo conflicto de clases, hoy camuflado de individualidades despolitizadas y precarizadas de manera única y personal, sigue dejando víctimas. Muchas aguardan en la larga lista de los centros de salud mental, en los despachos privados de los psicólogos, en los Servicios Sociales o en el paro puro y duro. Son los que sobreviven a pelo, los alprazolanizados y quienes han somatizado la dureza de una vida sin redes de protección en la fibromialgia social de nuestros días. Y es que las biografías personales se han despolitizado, el sufrimiento se ha desocializado y reconvertido en un problema absolutamente privado donde el individuo psiquiatrizado y asistencializado, es aconsejado por psiquiatras, jueces y asistentes sociales, el triunvirato profesional de la contención social que responde a la asistencialización de la nueva lucha de clases. Surge así una lectura acrítica donde el malestar social pierde significado político y éste se normaliza y se integra como malestar privado.

Al binomio de contención sindicatos-servicios sociales, se une el sistema de salud pública que viene a confirmar los procesos de medicalización de la vida social, los cuales constituyen un aspecto central de la modernidad rediseñados posteriormente por la posmodernidad. Dichos procesos se han caracterizado por el predominio del saber y poder médicos sobre saberes colectivos instalados en el imaginario social y por la codificación de comportamientos sociales en torno al binomio salud-enfermedad. Ello ha venido a significar la intervención creciente en las relaciones sociales en nombre de la salud y el ejercicio de ciertos controles en ámbitos sociales y personales que anteriormente eran externos a su influencia.

Una expresión de esa medicalización de la vida se confirma en el uso y abuso de los fármacos y la automedicación. En la actualidad ese uso desmesurado de fármacos de consumo rápido no tiene otra finalidad que tapar el vacío y la soledad existencial tan extendida en nuestras sociedades. Y es que en opinión del reconocido psiquiatra Guillermo Rendueles, esto solo se podrá superar «con un proyecto subjetivo que incluya la superación del dolor, la angustia y la impotencia que provocan la enfermedad» Insiste el autor en que «los procesos de psquiatrización masiva, es decir, la insistente necesidad de recurrir a la ayuda profesional de los centros de salud mental, viene a confirmar los caminos de la servidumbre, la debilidad y la vulnerabilidad de la población con resultados catastróficos» Este reconocido psiquiatra y ensayista gijonés sostiene que las causas de la mayoría de los problemas que acaban en el psiquiatra son sociales. «Hay dos vías que favorecen la psiquiatrización. Una, la gestión de los aspectos íntimos y sentimentales, que suele recaer en el psiquiatra por las dificultales que tienen las personas para hacerlo por sí mismas; y otra, el que en la sociedad de hoy no hay nada sólido, es la "sociedad líquida" de Bauman». Y concluye con una inquietante sentencia: «El trabajo pudre el carácter y crea una sociedad de individuos carne del psiquiatra».

¿Explica todo esto la absoluta bulimia social, la inquietante pasividad, la alarmante falta de resistencia y el desarraigo político y social que padecemos? Tal vez. Pero no del todo. Uno cree que los procesos de individualización del tardocapitalismo de consumo han permeabilizado las conciencias. Pero más aún, han secuestrado los propios cuerpos y las propias individualidades, hoy al servicio del capitalismo más despiadado. Porque somos arte y parte del proceso productivo y reproductivo. Si en el siglo XX la alienación la medía la distancia que existía entre el trabajador y el fruto de su actividad como tal, hoy la alienación es más insondable, es la que se abre entre el ciudadano y su mundo. Nuestra existencia, privatizada hasta el extremo, se ha desocializado y nada es concebible al margen del yo. Nuestros cuerpos han sido vaciados y los sujetos que los llenan ya no tienen deseos propios, porque forman parte de la maquina reproductora del gran capital global. Porque nuestros cuerpos y almas huecas funcionan como enormes y poderosos objetos de consumo y autoconsumo. Y fuera de nuestro yo, disociado por completo de aquel nosotros revolucionario y colectivo, ya nada es viable. Ni siquiera las revoluciones que la calle y la realidad claman cada día. Porque el yo ya no es nuestra singularidad, sino nuestra jaula particular.


Paco Roda es trabajador social e historiador


Publicado en Rebelión

Imagen e kalvellido


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jueves, 14 de mayo de 2009

No se preocupen, la paz social está garantizada II Parte

Paco Roda

Los tres frentes narcotizantes del malestar social, al margen de otras dinámicas sociales y culturales inmovilizadoras, tienen su espacio productivo, su esfera de reproducción y validación de un discurso y de una práctica desde el poder establecido. El trabajo, la salud y la protección ante la adversidad social configuran la trilogía básica de las necesidades por cubrir. Cada uno de los tres sistemas actúa como centro difusor de dinámicas absolutamente individualizadas lo que ha blindado toda pretensión de enfrentamiento comunitario y social ante la adversidad. Porque ésta pasa a ser una cuestión personal, alejada de los modos de exclusión clásica que configuraron las dinámicas de la lucha clases de los siglos XIX y XX

Veamos como operan cada uno de ellos. Es muy difícil, por no decir imposible, saber cuántos millones de euros perciben los sindicatos mayoritarios por parte del gobierno central en concepto de subvenciones y aportaciones directas destinados a financiar las diferentes estrategias de acción, formación, difusión, mantenimiento de estructuras, prácticas de consenso colectivo mediante la regulación de convenios laborales y otras modalidades aquí irreconocibles o indefinidas. Algún medio ha informado recientemente que el Gobierno subvenciona a CCOO y UGT con unos 15 millones de euros, a repartir prácticamente por partes iguales entre los dos. Los sindicatos USO y el vasco ELA-STV han recibido aproximadamente medio millón cada uno. La lista, al parecer es larga. En este estallido de subvenciones, 6000 empleos diarios se destruyen en sus más diversas modalidades. Y sin embargo nadie se mueve. Nadie protesta, salvo en contadas excepciones que no llegan a definir una estrategia de combate. De seguir este ritmo nos aproximaremos a los 5 millones de desempleados. Unas tasas de paro que doblarán la media europea. Sin embargo no hay explicación política, desde una lógica de la confrontación de clases, que permita interpretar la inexistente respuesta sindical global ante una respuesta adecuada a esta semejante sangría laboral. O sí.

Digamos que la afiliación sindical en el reino de España, comparada con otras naciones, es baja o muy baja. Aquí estar afiliado a un sindicato tiene pocas ventajas. Porque la sindicación no aumenta laboralmente los beneficios laborales. Porque la negociación colectiva es para todos los trabajadores, con independencia de que se esté afiliado o no. Quizá el plus de la sindicación venga explicado por el posible apoyo jurídico ante una eventualidad personal. Posiblemente esto explique el bajísimo nivel de sindicación, concepto clave por el que los que los sindicatos reciben subvenciones. Y no sólo en función de su representatividad, sino como incentivo para la activación de las políticas formativas y demás estrategias. El artículo 28.1 de la Constitución garantiza la libertad sindical, concepto que sabiamente utilizado por los principales sindicatos sirve para financiar las más variadas actividades formativas y sindicales. Pero esta financiación se realiza con el esfuerzo de toda la ciudadanía, incluidos pensionistas, empresarios y trabajadores, muchos de los cuales ni se benefician ni se beneficiarán de la labor sindical y sus productos derivados de la acción negociadora. Así que una primera reflexión debiera situar a los sindicatos en su justo lugar. Si a la Iglesia se le pide que se autofinancie con las aportaciones de sus fieles, a los sindicatos también. Porque vivir de las prestaciones y subvenciones públicas, aunque su destino sea laico y potencialmente combativo, no es la mejor forma de garantizar la independencia de estas organizaciones. Y aquí se esconde la primera clave desmovilizadora. No es difícil evaluar y concluir que una política de lucha contra la exclusión laboral, la pobreza, la precariedad laboral y social, la deslocalización salvaje, los recortes salariales y demás medidas desfavorecedoras del mantenimiento del empleo, no se puede mantener activa cuando no se tiene autonomía. Los actuales sindicatos mayoritarios, UGT y CC.OO están bloqueados frente al auténtico poder político y laboral porque sus estrategias de lucha, en el fondo absolutamente individualizadas, no caben, no pueden tener consecuencias mientras estén recibiendo un pago por su compromiso y responsabilidad social que no es otra, en este momento, que la pacificación social a través del bloqueo de todas las iniciativas que cuestionen el orden laboral, social, económico y sindical establecido. Creo que las políticas formativas y sindicales, a través de sus diversas estrategias de gestión de la propia organización sindical, pueden generar miles de puestos de trabajo agradecidos, despachos, agencias y dinámicas económicas favorecedoras de empleo. Cierto. Pero esta economía es blanda y subsidiaria. Porque estas dinámicas generan miles de dependencias individuales y personales, miles de deudas conformistas y miles de abdicaciones agradecidas. En definitiva, un auténtico sistema de relaciones clientelares y de correspondencias no manifestado, no evidenciado y poco visible. Porque es privado, y como tal bloquea no pocas resistencias personales y colectivas.

Si la organización y las agencias sindicales actuales, lejos de participar de los principios que las inspiraron, hoy se configura como un potente y eficaz profiláctico laboral, social y político; el sistema de protección social, con los Servicios Sociales al frente, sintetizan en sus principios de actuación y comprensión de la estructura social y económica, otra estrategia de contención del conflicto social. Y es que aquel viejo orden mundial, el que explicaba, al menos teóricamente los fundamentos de las diferencias de clases, la cultura de la pobreza, la proletarización del mundo y las luchas por las emancipaciones colectivas; ha sucumbido. Porque hoy es el conflicto global el antídoto de cualquier duda cartesiana. Y ese conflicto social, tan presente hasta los años 80 del pasado siglo, se ha despolitizado reconvirtiéndose en un asunto personal e individual aupado tras la victoria del yo narcisista. Así que no esperéis lectores, ninguna resistencia de unos sindicatos algodonosos y claudicantes ante la deforestación sociolaboral de nuestras relaciones mercantiles, no esperéis nada de las agencias de voluntarios que inundan el mundo; excepto su meritoria, reconocida y siempre excitante pasión por el prójimo. Pero marcadamente neutral e institucionalizada. No esperéis nada de las agencias sociales, de los grupos institucionalizados de presión social, no esperéis nada porque todo ello forma parte de una estrategia de contención del conflicto social, cada vez menos politizado, menos social y más blindado en su lectura y posibles alternativas de cambio social real.


Publicado en Rebelión

Imagen de Kalvellido


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miércoles, 13 de mayo de 2009

No se preocupen, la paz social está garantizada


I Parte



¿Cómo se explica esta indolente aceptación de la analgésica realidad española? ¿ Es que acaso casi 4,5 millones de parados, 8 míticos, pero insultantes millones de pobres y precarizados, medio millón de mayores de 65 años que malviven con 336,33 euros de pensión de por vida, o ese 63,8% de jóvenes menores de 35 años que tienen un contrato temporal de menos de un año de duración, no es suficiente sonrojo y motivo para desempolvar las viejas pancartas y los viejos lemas contra el sistema capitalista, para plantarse de verdad y volver a la calle que ya es hora?¿Qué estrategias, bloqueos, dinámicas o contrapoderes están funcionando para que la clase obrera, las clases precarizadas, las clases medias pauperizadas, los colectivos menos insertados en las dinámicas productivas y reproductivas y, en general, las gentes que viven sin nómina, o con ella secuestrada, una prestación social o un subsidio de desempleo, no sólo no asalten el palacio de invierno, sino que callen, que silencien su misión y sumisión y que acepten beneplácitamente este estado de cosas cual servidumbre voluntaria?

Porque aquí hay una crisis reconocida, datada, certificada y evidenciada hasta la saciedad. Se notan sus efectos sobre el papel, sobre los medios, sobre el inconsciente colectivo, el imaginario social, en las fábricas, talleres, y al parecer sobre las biografías sangrantes de las gentes a las cuales se les reclama para que escenifiquen su pasión diaria. Hablan los índices de consumo, estremecen los de paro, rechinan los del escaso y raro ahorro, asustan los de la inflación, intimidan los de la recesión, e inquietan los de los sueldos ultra congelados. Pero apenas pasa nada. Porque ha pasado mucho sin que apenas nadie se enterara. O todos mirásemos para otro lado. Como si todo ello no fuera con nosotros. Y me pregunto si debería de pasar algo, o por el contrario esta pregunta no tenga respuesta en este estado de cosas. Creo que sí. A no ser que un potente sistema esté frenando o anulando individualmente un enorme potencial de protesta y resistencia que no encuentra salida de forma colectiva. Porque está bloqueado en una esfera desconocida, porque la impotencia social está sometida a un férreo control, el de los cuerpos y las almas privatizados, aislados del resto de seres sufrientes. Del resto de los yoes precarizados. Y eso nos bloquea. Pero ese bloqueo necesita de herramientas poderosísimas que ejerzan la presión que blindan al sistema. Por eso el tardocapitalismo, ayudado por sistemas de contención, control y privatización, ha individualizado toda estrategia de combate, eliminando toda disposición colectiva, toda dinámica social, esa que un día derribó los muros de contención de un mundo radicalmente injusto.

Me inclino por esto último. Y es que hay tres poderosísimas macroestrategias altamente incapacitantes: los grandes sindicatos, el sistema de protección social y el sistema clínico de salud. Creo que cada uno de ellos despliega sobre las vidas individualizadas una narcotizada esencia de alta densidad que incapacita para la resistencia, que justifica la impotencia social y política y bloquea la rebeldía y crítica radical.


Publicado en Rebelión

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martes, 12 de mayo de 2009

Perdonen: aquí, un radical

Selección de textos de Javier Ortiz "desde Jamaica"

Ahora se llama «radical» a todo lo que tiene aspecto de desaforado, burro e intolerante, a nada que parezca relacionado con el gremio de la política.


Si unos cuantos queman en Girona fotos de los reyes, no tarda nada en aparecer alguna autoridad que nos hace saber que ha sido cosa de «radicales». Si otros incendian un autobús o un cajero automático en Euskadi, rápidamente nos los identifican como «radicales». Si se intenta catalogar a los islamistas dispuestos a cargarse a cualquier viandante de Occidente para distinguirlos de sus correligionarios pacíficos, se les llama «radicales» y ya está.

El asunto me repatea por dos motivos.

Primero, porque «radical», en rigor, es aquel que apunta a la raíz de las cosas, sin irse por las ramas. El Diccionario de la Academia define así el término, en tanto que sustantivo: «Partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático.»

Segundo, porque se habla de lo radical como lo opuesto a lo apacible, lo moderado y lo tolerante. Sin embargo, muchos de quienes son tenidos por moderados no tienen nada de estupendos. Por poner un ejemplo: nadie calificaría al rey de Marruecos de «radical»; sin embargo, vaya pieza. Otro ejemplo: ¿son «radicales» las Fuerzas Armadas de EEUU destacadas en Irak? No he oído a nadie que las tilde de tales. Pero ¿no sería un pelín excesivo presentarlas como tolerantes?

Al final, y aunque lo hagan sin pretenderlo, cuando hablan de «radical» parten del sobreentendido de que un radical es, por fuerza, alguien que se expresa desde fuera del sistema constituido, sin respetar las componendas pactadas por la gente de orden.

Pues bien: si de eso se trata, me declaro radical. Aspiro a ir a la raíz de lo que nos pasa. Y estoy dispuesto a defender «reformas extremas, especialmente en sentido democrático.»


Perdonen: aquí, un radical. 26 de septiembre de 2007. Primera columna en el diario Público

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sábado, 9 de mayo de 2009

Disculpen la molestia ¿Es justa la justicia?

Eduardo Galeano

Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza. ¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés? El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración? ¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?




¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?


Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?

¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?

¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. McDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?

¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?


¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?

Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina tres millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren quince niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo era, traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos. Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?

Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?

¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?

¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?

Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ese un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?

¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?

Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?

Según Lewis Carroll, la Reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:

–Ahí lo tienes –dijo la Reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.

En El Salvador, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. El murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.

El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?

A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.


Cuba Debate / inSurgente
Imagen de Internet


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